Sin luz, es difícil ver el camino que transitamos y mucho más el percibir detalles. En las profundidades del mar, donde no llega el sol, las criaturas que habitan este espacio tienen condiciones de bioluminiscencia en sus organismos para iluminar alrededor. Y andar con un faro a tientas en Guayaquil representa una luz en la escena de consumo de arte contemporáneo.
La No-Colectiva NH Hormiga presenta su cuarta exposición “Un faro a tientas”, en el espacio Proyecto NASAL ubicado en el Edificio Santana Lofts, Local 1, en el sector del Puerto Santa Ana. Están allí desde el 3 de junio y durarán hasta el 3 de julio mostrando piezas de arte hechas desde distintas perspectivas, tanto por los materiales que utilizan para realizarlas como las historias de las artistas detrás de ellas.
El concepto de No-Colectiva pretende distanciarse de la concepción común de los colectivos de arte. Mientras estos últimos producen obras con una línea de pensamiento en común, en este “no-grupo” respetan la individualidad de quienes la integran. “Nos manejamos en relación de desacuerdo y no hay democracia”, nos comparte Daya Ortiz Durán, artista visual de 28 años, participante de esta nueva forma de agrupación.
“Nos encontramos para dialogar entre poéticas, pues si bien cada una tiene su propia investigación, esas investigaciones se tocan entre sí”, detalla. “Un faro a tientas toca temas relacionados a la animalidad y a la liminalidad (el umbral en el que una persona existe cuando no se está ni en un sitio ni en otro) como un espacio intersticial (el espacio pequeño entre dos puntos de un mismo cuerpo) para abordar este concepto, no como una idea transición para llegar de un lugar a otro, sino de experimentar el ‘entre’, y elaborar alrededor de esa experiencia”.
La obra de Ortiz Durán se basa en la creación de escenarios fuera de lo común, pues esta se compone de un elemento real desde la fotografía y otro complementado desde lo digital con el uso de Photoshop para incluir criaturas que normalmente no estarían en los espacios retratados. Lizbeth Carvajal también usa un concepto único para comunicar sus visiones que rompen con el esquema del espacio, quebrando la idea de que todo el trabajo de un mismo artista debería monopolizar un único espacio en la galería. Conecta su obra en uno de los puntos menos esperados del entorno con el otro extremo de la habitación, dándole un toque distinto a lo que sería una serpiente en estado de muda de piel con la proyección animada de uno de sus ojos.
En otro punto de la muestra, otro proyector muestra plumas cayendo incesantemente alrededor de una bicicleta en suspensión, obra de Ruth Cruz. Los asistentes a la galería encontrarán profundos cuestionamientos a la existencia humana y gatilladores de reflexión con su firma dispuestos alrededor.
Quien exhibe sus trabajos en la manera más detallista y minuciosa posible desde obras plasmadas en colores vibrantes que envuelven al espectador en un ambiente más natural es Irina Liliana García, con una gran apertura para mostrar espacios realistas en portales enmarcados en la pared. El nivel de meticulosidad hace que piezas se vuelvan particularmente evocativas del arte tradicional en medio de la post-modernidad de la que las demás hacen gala.
La No-Colectiva trabajó en esta exposición desde hace seis meses. Fue elaborada durante la pandemia, con obras en su mayoría realizadas en 2021. Sus artistas aprovecharon el tiempo en aislamiento para profundizar en sus introspecciones que, según Ortiz Durán, encuentran similitudes en quienes conforman este no-grupo. Para su persona, el proceso creativo proviene desde el “procesar las cosas de manera obsesiva”, lo que ha usado para trabajar en el mundo del arte, así como su reacción ante los estímulos y que convierte en un instrumento para compartir sus experiencias.
Con esta, la no-colectiva suma cuatro exposiciones desde la primera que ocurrió en 2018 en Espacio Violenta, antigua galería al sur de Guayaquil. Desde allí decidieron conformar esta agrupación particular para presentar sus obras como en esta muestra, cuya curaduría estuvo a cargo de Ana Rosa Valdez, historiadora del arte y coordinadora de exposiciones del Centro Cultural Metropolitano de Quito.
“No se necesitan conocimientos previos, ni sensibilidades de ningún tipo, pues la curiosidad es humana y la creatividad también”, concluye Daya al preguntarle sobre cómo deberían acercarse las personas al visualizar la obra.
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